Al fin Honduras tiene los magistrados que integran la nueva CSJ, luego de una bochornosa contienda entre
los partidos políticos que duró varios días, donde el hastío pudo doblegar una
férrea obstinación sectaria. Muchos pensaban que la ruptura del bipartidismo
traería consigo un mejor equilibrio entre las fuerzas políticas, generando
mayor benéfico al país; sobre todo en el plano que concierne a la trasparencia,
donde la oposición sería su mejor custodio. Pero más bien ha resultado ser lo
opuesto, dificulta el consenso y retrasa asuntos tan
importantes como el que nos ocupa ahora.
En realidad la elección de la CSJ
responde más a los intereses de la clase política (pues son ellos los que en
última instancia la eligen), a todo ella se debe subrayar, que al ejercicio propio
de la justicia; y por más que nos vengan algunos magistrados a rezar el apócrifo
credo de la independencia de poderes, su participación siempre estará condicionada
al favor de quienes les han elegido, sea quien sea. Esas son las falencias del
sistema democrático.
La contienda consiste, pues, en
apoderarse de la más preciada tajada de carroña en una pradera casi desolada; salvo que en esta ocasión,
estas manadas de chacales han aumentado su número de participantes en el
festín, y el hambre, que cada vez es mayor, hace que sea aún más encarnizada la
lucha por el alimento. Tal como lo dicta la naturaleza, ganará el más fuerte y
astuto; nada tiene que ver la moral en esta trama, aunque debería. A pesar de
la ruptura del bipartidismo seguimos teniendo dos manadas bien definidas, y
poco importa el pelaje por el cual pretendan mimetizarse con el ambiente para
multiplicar su número, la evolución nos ha dotado de lucidez para discriminarlas.
La primera coalición es integrada por liberales y nacionalistas, cuya
experiencia en estos juegos de poder les granjeó una contundente victoria; la
otra la integran el PAC y Libre, que responden al longevo grito del caudillo
autócrata que les confiere esa naturaleza rabiosa, irreverente, que solo puede
ser concebida en el seno de una mentalidad colegial, tremendamente perturbada. Estos
últimos grupos son los grandes perdedores, diga lo que diga el presidente del Congreso
Nacional con su hipocresía conciliatoria. Los líderes de estas facciones han
salido muy tocados: Nasralla, cuya ceguera narcisista lo convirtió en un
monigote de otras fuerzas políticas, y Mel Zelaya, donde la incompetencia y
patetismo parecen ser asuntos estrictamente vocacionales.
Lo que estaba en juego era su
propio resguardo con respecto a la justicia; casi todos los grupos políticos temen
ser perseguidos por ella y les urgía una considerable representación en la
Corte. Era primordial poseer algunos agentes con titularidad que le sirviesen
de “avatar” en el virtual ejercicio de la jurisprudencia. En una democracia
como la de Honduras, la política se superpone contra cualquier otra forma de
intelecto y decencia. Siendo más específico, la política pragmática que Maquiavelo
una vez describió, teniendo en nuestro presidente JOH un gran discípulo, salvo
que con un estilo más acorde a nuestro tiempo: El de populista iluminado, ungido por el pueblo; un
pueblo al que se le ha hecho creer que es Dios, un pueblo que todo lo puede, lo sabe y nunca se equivoca, especialmente al votar.
Tendremos que ver cómo reacciona esta
nueva CSJ ante las exigencias del buró internacional (MACCIH) que, esta misma
clase política inconsecuente, promovió para tomar poco a poco el control sobre
el destino de nuestro país. Luego veremos a sus hordas de partidarios salir a
las calles en franca protesta contra el intervencionismo extranjero.
Pese a todo este esperpéntico
tinglado, la estabilidad del país exigía un inmediato cambio de protagonista en
el Poder Judicial. Honduras merece un leve respiro, hasta que a los políticos se
les ocurra poner en relieve otra nueva contienda, y desde luego, tendrá el plus
de amenazar la endeble tranquilidad del ciudadano común, manteniéndolo tenso y
en una perpetúa incertidumbre. Así es más fácil de manipular.
Saludos.
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