El día de hoy llegaron a mi casa
inspectoras del Gobierno a verificar que no existen criaderos de zancudos, pues
como ya sabemos, en Honduras “estamos” metidos en una campaña sin cuartel contra
el vector que trasmite enfermedades tan escandalosas como el Zika. Quien
atendió a las empleadas de salubridad fue mi hermana, y le ordenaron quitar un
florero con un ramillete que tenemos frente a la pequeña estatua que representa
parte de nuestras creencias religiosas. Las flores que estaban puestas en agua
quedaron tiradas en un recodo del jardín. Transgredir esta intromisión es, como ya sabemos,
resignarse a padecer el fetiche de las multas que tanto goce sádico les provoca
a los agentes del poder.
Estoy de acuerdo que floreros como
este, donde se deposita agua, pueden convertirse en acogedoras cunas para las
larvas del condenado zancudo, por tanto no es recomendable emplearlos. Sin
embrago, cuando mi hermana nos relató esto, a mi hermano y a mí, también mencionó algo que nos pareció
inapropiado. Estas mujeres llegaron a revisar la pila de mi casa para ver si tenían
larvas y no nos dejaron el insecticida (abate) que, se supone, el Gobierno debe
proporcionarnos. Mi hermana se los pidió, pero las empleadas públicas se
negaron a darle las bolsitas, alegando que la pila no requería más insecticida,
pues miraron que en el fondo de esta había regado un poco del químico. Mi
hermana les aclaró que ese abate era viejo, y cuando se lavara la pila, no
tendríamos con qué “abatizarla”. Estas mujeres le respondieron que lavara la
pila dentro de un mes.
Entonces mi hermano le dijo a nuestra hermana: “¿Y por qué no les preguntaste si ellas se bañan una
vez al mes?”. Es así como nos quedamos sin bolsitas de abate nuevo y flores
para la veneración. Lógico, la pila se lavará tenga o no abate, porque no vamos
a ser puercos a costa del incoherente accionar de ciertas personas.
Para ser sincero, no me ofusca
tanto esta y otra clase de atropellos a nuestra dignidad; los catrachos hemos desarrollado
una perniciosa tolerancia a los mismos a lo largo de la historia. Lo que produce
grima es recordar que los Gobiernos emplean este tipo de epidemias para violentar
los derechos individuales de las personas, con el motivo poco convincente de protegerlas.
Para ser más específico, la clase política aprovecha toda la gama de crisis, sea
económica, social, sanitaria, etc. para tener mayor control sobre la ciudadanía
y acceso a sus recursos. Y como siempre estamos en crisis… A esto le sumamos el
pregón altruista de “primero están los pobres”: la épica lucha contra la “desigualdad
social” (termino eufemístico que también alude y condena la libertad económica)
emprendida por aquellos que intentan equilibrar la balanza de la riqueza,
termina, como ya sabemos, en más pobreza; con los bolsillos de los políticos y
su clientela bien llenos.
Hay que estar alerta y ver como
su legalismo dictatorial poco a poco quita espacio y oportunidades para vivir
en un sistema que respete la libertad ciudadana sin tener que reñirla con
aspecto concernientes a la seguridad. Los momentos de crisis, reales o inventados,
son las oportunidades mejor valuadas de los acólitos del poder.
Saludos.
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