jueves, febrero 18, 2016

El Zancudo y el Gobierno, dos males endémicos.

El día de hoy llegaron a mi casa inspectoras del Gobierno a verificar que no existen criaderos de zancudos, pues como ya sabemos, en Honduras “estamos” metidos en una campaña sin cuartel contra el vector que trasmite enfermedades tan escandalosas como el Zika. Quien atendió a las empleadas de salubridad fue mi hermana, y le ordenaron quitar un florero con un ramillete que tenemos frente a la pequeña estatua que representa parte de nuestras creencias religiosas. Las flores que estaban puestas en agua quedaron tiradas en un recodo del jardín. Transgredir  esta intromisión es, como ya sabemos, resignarse a padecer el fetiche de las multas que tanto goce sádico les provoca a los agentes del poder.
Estoy de acuerdo que floreros como este, donde se deposita agua, pueden convertirse en acogedoras cunas para las larvas del condenado zancudo, por tanto no es recomendable emplearlos. Sin embrago, cuando mi hermana nos relató esto, a mi hermano y a mí,  también mencionó algo que nos pareció inapropiado. Estas mujeres llegaron a revisar la pila de mi casa para ver si tenían larvas y no nos dejaron el insecticida (abate) que, se supone, el Gobierno debe proporcionarnos. Mi hermana se los pidió, pero las empleadas públicas se negaron a darle las bolsitas, alegando que la pila no requería más insecticida, pues miraron que en el fondo de esta había regado un poco del químico. Mi hermana les aclaró que ese abate era viejo, y cuando se lavara la pila, no tendríamos con qué “abatizarla”. Estas mujeres le respondieron que lavara la pila dentro de un mes.
Entonces mi hermano le dijo a nuestra hermana: “¿Y por qué no les preguntaste si ellas se bañan una vez al mes?”. Es así como nos quedamos sin bolsitas de abate nuevo y flores para la veneración. Lógico, la pila se lavará tenga o no abate, porque no vamos a ser puercos a costa del incoherente accionar de ciertas personas.  
Para ser sincero, no me ofusca tanto esta y otra clase de atropellos a nuestra dignidad; los catrachos hemos desarrollado una perniciosa tolerancia a los mismos a lo largo de la historia. Lo que produce grima es recordar que los Gobiernos emplean este tipo de epidemias para violentar los derechos individuales de las personas, con el motivo poco convincente de protegerlas. Para ser más específico, la clase política aprovecha toda la gama de crisis, sea económica, social, sanitaria, etc. para tener mayor control sobre la ciudadanía y acceso a sus recursos. Y como siempre estamos en crisis… A esto le sumamos el pregón altruista de “primero están los pobres”: la épica lucha contra la “desigualdad social” (termino eufemístico que también alude y condena la libertad económica) emprendida por aquellos que intentan equilibrar la balanza de la riqueza, termina, como ya sabemos, en más pobreza; con los bolsillos de los políticos y su clientela bien llenos.
Hay que estar alerta y ver como su legalismo dictatorial poco a poco quita espacio y oportunidades para vivir en un sistema que respete la libertad ciudadana sin tener que reñirla con aspecto concernientes a la seguridad. Los momentos de crisis, reales o inventados, son las oportunidades mejor valuadas de los acólitos del poder.

Saludos.  

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