miércoles, julio 22, 2015

Los clásicos macaneos de la UNAH.




Desde que ingresé hace más de veinte años a la UNAH el panorama siempre ha sido, para muchos estudiantes, esperpéntico, lastimero, irresponsable, vulgar y denodadamente violento. La administración se encarga de propiciar las crisis, la ideología que rige los movimientos estudiantiles y sindicales, el método atroz de la barbarie frente a cualquier forma de intelecto cultivado, interesado por consensuar o llegar a sanos acuerdos. No es retórica, es la pura verdad. Si la Universidad no ha colapsado ante tantas hecatombes políticas y organizacionales a lo largo de su historia, casi todas ellas caprichosas, es porque los mismos grupos que acabo de mencionar la necesitan para continuar su parasitismo, por mucho que intenten  atemorizar a la ciudadanía con un eventual cierre o privatización.

Si bien la rectora Julieta Castellanos intenta hacer lo que sus antecesores nunca tuvieron el valor de llevar a cabo de forma seria y contundente, es decir, aumentar el rigor académico, aplicar un sistema de admisión eficiente para aprovechar al máximo la inversión pública puesta en la Universidad, no se puede librar de las reacciones adversar a su proceder. Sin embargo, creo, a causa del intrusivo protagonismo de Castellanos en otros órganos del Estado, la han llevado al punto de creerse infalible y, por ende, se toma la ligereza de implementar constantes cambios que, desde luego, no han permitido que la prole estudiantil, a veces mediocre, acomodaticia y perezosa, pueda adaptarse a ellos. La doña ha ido demasiado lejos en su afán por destacar, lo que ha permitido a la progrez organizada pintarle esa cara de dictadora con la cual nos quieren vender el melodrama de la indignación generalizada.  

A más de una década de haberme graduado, todavía nos vienen con esa bazofia mal condimentada de que, como la universidad es pública, todos tenemos derecho a hacer o deshacer cuanto queramos en ella, participativamente, bajo la patraña de un espíritu democrático con tufo a intransigencia. Con ese pedazo de falacia mal cocida que ningún gaznate honrado puede pasar, ignoran que hasta las instituciones del Estado, democráticas, también se rigen por un orden, sí, un orden que radica en la institucionalidad que debe ser respetada por todos, y no caer en el arbitrio callejero que ni siquiera sabe “democratizar” las piedras que tira al prójimo.

Si los estudiantes y docentes estarían, en su totalidad, disconformes con las políticas de la rectora, como muchos plantean, no habría necesidad de tomarse por la fuerza edificio alguno, pues cualquier mandato no tendría efecto e innecesario sería cualquier llamamiento al diálogo negociador. Pero claro, hay algunas minorías que no quieren perder sus privilegios de clases, y son precisamente los que hablan de lucha de clases, ya sabrá el lector a la clase de personas que me refiero. Son los de siempre, que están en todos lados aunque sean los mismos, que defienden sus intereses haciéndolos pasar por el de todos, creando, bajo cuestionables justificaciones, la ingobernabilidad que padecen las instituciones del Estado. 


Saludos.   

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